Mensajes en texto

Milagro en cuerpo y alma

Era tiempo de la fiesta en Jerusalén y las multitudes subían a regocijarse en su Dios, pero había otras multitudes que no podían hacerlo porque su condición no se lo permitía.  Estos se encontraban junto a un estanque que poseía cinco pórticos por donde llegaban todo tipo de enfermos que buscaban alcanzar su sanidad, mientras  esperaban  que  descendiera  un ángel a tocar las aguas  y el primero que se sumergía en  ellas lograba su tan ansiado milagro. 

Siempre ocurre tal situación, en la que unos estamos pasando por un  mal momento de nuestra vida. En el caso de este pasaje, quizá el hombre más enfermo de aquel lugar era uno que tenia unos 38 años de estar postrado y derrotado. Pensar en este tiempo es toda una vida.

Quizá nuestra vida no esta en tal condición de salud corporal, pero si de salud espiritual, postrados por el dolor, por el rencor,  por heridas que están abiertas después de muchos años y esperamos un milagro como todos estos que estaban en aquel lugar.

Aquel estanque bien puede representar estar en la iglesia y cuando alabamos, oramos o somos enseñados, o cuando vivimos nuestra vida diaria;  habremos algunos que no nos podemos gozar, habrá algunos que no podemos disfrutar porque necesitamos que alguien nos meta en las aguas profundas de la misericordias de Dios, este paralitico pensó nunca lograrlo, pero Jesús tiene un plan.

 Sepa hoy, que estamos en el plan y en la ruta de Dios  y que el sabe que tanto estamos sufriendo, pero no desesperemos, Jesús viene hacia nosotros en este momento, si puede creer  el hará la obra. Amen.

                                                         

                                                                 Si hay salida

El corazón le palpitaba desesperadamente y lo consumía, el lugar era oscuro, mal oliente, reducido y  aislado. El tiempo pasaba y cada vez, toda aquella agua cenagosa  crecía y subía su nivel hasta casi cubrirlo totalmente; la muerte era algo seguro no había que hacer o por donde salir  nadie le podía escuchar.

Algo similar estaba viviendo el gran rey David según lo relata el Salmo 40, el muy conocido pozo de la desesperación se hace realidad no solo para El Salmista sino también para muchísimas personas y aun creyentes alrededor del mundo hoy en día.

Pero que importante es el imitar lo que hizo David, su desesperación no se transformó en falta de fe o dureza de corazón, su dolor no se volvió frialdad o pérdida de comunión, su desesperanza no lo llevó a alejarse de la iglesia o los hermanos. Aquel pozo se transformó en el pozo de la victoria a causa de una serie de actitudes, primero la humillación, el reconocimiento del pecado, el clamor continuo, y sobre todo la convicción en el gran amor de Dios.

Entonces no desesperemos vamos a la palabra y sigamos la ruta del salmista porque sí hay salida cuando elevamos nuestros ojos a los montes.

Siempre hay un propósito.

Era un hombre con una gran familia, un poco más de 600.000 personas sin contar ancianos mujeres y niños. Rápidamente sabrá que hablo de el gran patriarca Moisés .Este hombre poseía una peculiar hoja de vida rescatado del rio Nilo, criado en la corte del Faraón, llamado hijo de la hija del Faraón, asesino de un soldado egipcio, expulsado al desierto, durante 40 años pastor de ovejas y el día menos pensado, el Señor Dios todo poderoso se le reveló en aquella visión de la zarza que ardía y no se consumía, fue comisionado a la empresa más extravagante que alguien podía imaginar, tuvo enfrentarse al hombre más poderoso del mundo, de la nación más fuerte de la tierra de aquel entonces. Vio la grandeza de Dios y su brazo fuerte, salió en victoria en medio de aguas que se apartaron a su paso, vio descender pan del cielo y fluir agua de la roca, se fatigó, se hartó pero vivió una de las vidas más formidables jamás conocidas. Pensemos que algún día de aquellos 40 años, mientras pastoreaba las ovejas de su suegro Jetro bajo el ardiente sol, un día o muchos días pensó que su vida no tenía sentido.

El profeta Jeremías en el capítulo 18:6 se lee: He aquí que como el barro en la mano del alfarero así sois vosotros en mi mano oh casa de Israel.

Un día nuestra realidad va a cambiar bruscamente para bien.